lunes, 9 de marzo de 2009

CUENTO PARA SUCOT

El Etrog (1)
(Traducción y adaptación libre)

1

Mi padre, Moshé-Iaacov, era tesorero de la Aduana de la ciudad y su sueldo era de solamente cinco y medio zehuvim (2) por semana. Siempre soñó tener para la fiesta de Sucot (3) un etrog propio.

- En cuanto reciba un aumento, y si Dios quiere, compraré un etrog y un lulav (4) para Sucot, al igual que todos los “señores” de la ciudad. Sea como sea, tendré un etrog para los días de Sucot.
- Sea como sea, no tendrás un etrog para Sucot. - dice mi madre.
- ¿Y si te dijera que ya me prometieron ayuda para comprar un etrog para Sucot?
- ¿Y si te dijera – responde mi madre – que las vacas vuelan sobre el tejado y pusieron un huevo, lo creerías?
- Créeme o no – dice mi padre – pero para este Sucot tendré un etrog.
- Amén, ojala así sea. ¡Que Dios te oiga! - dice mi madre.

¡Amén! ¡Amén! pienso yo y me lo imagino a mi padre viniendo del templo con un etrog y un lulav propios y cuando los “señores” de la ciudad se levanten para las hakafot (5) mi padre también se levantará e irá con ellos…
“…Ellos desfilan, uno tras otro, mi padre está justo entre los primeros y mi corazón está lleno de alegría y orgullo….”
El mismo día les conté a mis compañeros del jeider (6) que para la próxima fiesta de Sucot tendremos nuestro etrog, pero nadie quiso creerme:
- ¡Qué dicen ustedes de este mendigo! – se reían. Él piensa que un etrog es un limón o una manzana que se compra por una moneda.

Enseguida se levantaron y compusieron una canción en mi honor y en honor al etrog. Cantaron a coro y a mí me acostaron sobre el piso y “me honraron” con una paliza. Ya empecé a creer que nunca tendrá mi padre, pobre entre los pobres y mendigo entre los mendigos, un etrog propio, como todos los “señores” de la ciudad…

2

...Por eso, grande fue mi asombro cuando al llegar a casa encontré a Henzl, el matarife, con su sombrero napoleónico sentado con mi padre al lado de la mesa y delante de ellos una caja llena de etroguim, cuyo espléndido aroma invadía toda la casa. El sombrero de Henzl, el matarife, es todavía de la época de Napoleón I. En Francia, ya desapareció, seguro hace mucho tiempo y sólo en nuestra aldea ha quedado una como ese. Uno, nada más que uno y la tiene Henzl, el matarife, en su cabeza… No es la primera vez que sueño con un sombrero así: si tuviese un sombrero como ese, ¡cuántas cosas maravillosas podría hacer! Pero Henzl, el matarife, nunca se saca el sombrero y hasta creo que el sombrero de Henzl, su cabeza, la barba y sus peot (rizos en la sien) son uno.
Entonces, está sentado Henzl, el matarife, a la cabeza de nuestra mesa y delante suyo una caja de etroguim. Saca un etrog de la caja, lo sostiene con dos dedos y se lo entrega a mi padre.

- Este es el etrog, Rev Moshé-Iaacov. Tómalo y alégrate con él. No hay otro más lindo.
- ¿Pero si es de Iafo, es de Eretz Israel? Pregunta mi padre mirando el etrog por todos los lados, como una persona que observa una piedra preciosa y con manos temblorosas de tanta alegría.
- ¿De dónde crees que viene este etrog? – Le dice Henil - Si no es de Israel ¿De dónde?

Mi padre mira el etrog y sus ojos brillan de felicidad, llama a mi madre y se lo muestra.
- ¡Cuidado! ¡No lo toques con tus manos! – Le dice- Sólo puedes olerlo y mirarlo, pero no lo toques con la mano.

Mi madre, se conforma con el aroma del etrog, pero a mí ni siquiera me permiten olerlo o mirarlo, ni tan siquiera acercarme a la mesa me permiten.
- Aquí ya está él – Dice mi madre- ¡ya está acá! Si le permites acercarse, enseguida le quitará el pitam (7) .
- ¡Que Dios no lo permita! – repite Henzl, el matarife, mueve la cabeza y su sombrero también lo hace de un lado para el otro.

Mi padre sostenía el etrog con cuidado, como se sostiene a un bebé y lo envolvió con el pishtán (8) que le dio Henzl, el matarife. Después lo puso en el armario, en una linda caja de madera, que no es más que nuestra azucarera. La puerta de vidrio del armario la cerró con llave.
- Tengo miedo – Dice mi madre y me señala- que se acerque este salvaje, ¡Dios no lo permita!, al armario y muerda el pitam del etrog. Me agarra de la mano y me aleja con fuerza del armario.

Como un gato olfateando manteca, así merodeaba yo todo el día alrededor del armario y no podía quitar los ojos de la caja, hasta que se percató de mí mi madre y le dijo a mi padre:
- Mira tú, este muchachito ya ha puesto el ojo en el etrog y no se mueve del lado del armario.
- Ve rápido al jeider, terrible travieso. Me gritó mi padre.

Cabizbajo, mirando el suelo, me voy al jeider…

3

…Las palabras de mi madre: “Si le permites acercarse y oler el etrog, enseguida le morderá el pitam”, no me dejan en paz. También en sueños, por la noche, el pitam no se va de mi cabeza.
- “Acaso no me conoces, niño, - me dice- yo soy el pitam”.
Me doy vuelta para el otro lado y trato de dormir, pero vuelve a decirme el pitam:
- “¿Por qué duermes tonto? ¡Levántate de la cama, abre el armario, saca el etrog y muérdeme!”
Por la mañana apenas me levanto, me lavo las manos, rezo shajarit (9). Echo una mirada hacia la caja que contiene el etrog y me parece escuchar una voz desde ahí:
- “Ven aquí, muchachito”.
Y me voy corriendo al jeider.
Un día por la mañana me levanté de la cama y me encontré que estaba solo. Yo solo, solo en toda la casa. Mi padre se fue al trabajo, mi madre fue al mercado; la sirvienta estaba en la cocina y el bebé, durmiendo y sonriendo en sueños en su pequeña cunita. Me lavo las manos para comenzar shajarit y mis ojos miran hacia el armario. A través de la puerta de vidrio la caja me guiña el ojo y me llama:
- “¡Acércate, ven aquí, mi buen muchachito!”
Poco a poco me acerco al armario, abro la puerta de vidrio, saco la bella caja de madera y la abro: un aroma fantástico, un aroma de paraíso invade todo el cuarto. En un minuto el etrog estuvo en mis manos y el pitam me salta a la cara:
- “¿Quieres probar el gusto del paraíso? Tómame con las manos, no temas tontuelo, nadie sabrá ni verá, ningún pájaro lo revelará ¡muérdeme, muerde!”…

……………………………………………………………………………………………

Ustedes querrán saber seguramente, si mordí o no al pitam. ¿Qué hubiesen hecho ustedes en mi lugar? cuando te ordenan y repiten día tras día y hora tras hora no acercarse al armario y no morder el pitam ¿hubiesen resistido a tan difícil prueba, acaso ustedes no hubiesen querido también saber cómo es el gusto paradisíaco del pitam?

4

Mi padre, Moshé-Iaacov, no puede construir la sucá ya que está muy ocupado todo el día en el trabajo. Nuestro vecino, Zalman el carpintero, nos construye todos los años una sucá. Zalman el carpintero, tiene todos los tablones y todos los elementos. Nosotros traemos las frazadas y las sábanas para adornar las paredes de la sucá. Como agradecimiento mi madre ayuda a Zalman el carpintero que es viudo y padre de ocho huérfanos, a preparar la fiesta. Cuando mi padre compró el etrog le dijo mi madre a Zalman:
- Zalman, compramos un etrog en honor a la fiesta de Sucot, y tú tendrás parte en él.
- Sólo bendícelo, dice mi padre.
- Pero… ¿Y comerlo? – agrega Zalman, por su parte.
No sólo Zalman esperaba, sino también sus hijos aguardaban ese feliz momento en que podrán bendecir el lulav (hoja de palmera) y el etrog. ¿Acaso hay un placer mayor que sostener en una mano el etrog y en la otra el lulav, bendecir y sacudirlos?...
En la víspera de Sucot preparó mi padre el lulav para bendecir y lo colocó sobre el armario, para que nadie lo toque, a pesar que ni yo pensaba hacerlo. No pensé en el lulav, sino en el etrog: ¿Qué pasará si descubren de repente, que saqué el etrog de la caja, mordí el pitam y lo pegué con saliva? ¿Aguantará? ¿Qué les diré a mi madre y a mi padre? Y si les digo que yo no fui el que hizo tan terrible hecho, ¿quién me creerá? ¡Qué barbaridad! ¿Por qué mordí el pitam? ¿Qué necesidad tiene el hombre de morder el pitam, tan amargo y malo? ¿Por qué arruiné este fruto tan valioso? ¿Por qué lo hice impuro y por lo tanto inválido para bendecir?
De boca de mis compañeros del jeider aprendí que el etrog no es apto ahora y también pequé ante Dios. ¡¡¡Soy un asesino, un malvado. Mordí el pitam del etrog y ahora está muerto, sin vida!!!.
También por la noche, en sueños, viene el etrog llorando:
- “¿Por qué me mataste, malvado, por qué mordiste mi pitam? Ahora soy impuro, no sirvo, yo no sirvo, no sirvo”.
Doy vueltas en la cama y quiero volver a dormir, pero sigue diciendo:
- “¡Asesino, malvado!, ¿Qué le haz hecho a mi pitam, Qué haz hecho?

5

Llegó el primer día de la fiesta de Sucot… Mi padre se levantó más temprano que de costumbre para la lectura de la Torá. También mi madre madrugó para preparar las sabrosas comidas festivas. Antes de la plegaria, vino Zalman el carpintero a bendecir antes el lulav y el etrog.
- El señor Zalman pide el lulav y el etrog. Dice mi madre a mi padre.
- Abre, por favor, el armario y saca la caja, pero ten cuidado. Dice mi padre y él mismo se levantó para bajar el lulav.
Él entró con Zalman a la sucá para honrarlo con la mitzvá de Netilat lulav (10).
- Toma, Señor Zalman y bendice el etrog. Pero ten cuidado, ¡Por Dios! Ten cuidado…
Zalman, el carpintero es un señor fuerte. Tiene dos manos y cada uno de sus dedos podría derribar a tres como yo de un golpe. Los dedos de sus manos, siempre están manchados con cola de carpintero y su uña, cuando pasa por un listón, deja un rasguño profundo, como si fuera una uña de hierro.
En honor a la fiesta, Zalman vestía una camisa blanca y ropa nueva. Se lavó muy bien las manos pero no pudo sacar toda la cola y sus uñas quedaron sucias.
En esas manos ahora cayó el valioso etrog. Mi padre observó con miedo de qué manera caía el etrog en manos ordinarias como esas y repitió nuevamente:
- ¡Cuidado, Señor Zalman, Tenga cuidado!
El señor Zalman aprieta el etrog con el pitam hacia arriba, lo bendice y lo sacude junto al lulav.
- Y ahora, Señor Zalman – dice mi padre- vuelque el etrog y bendiga Sheejeianu (11), pero tenga cuidado, por Dios, cuidado.
De repente se asustó mi padre y pegó un grito:
- ¡Oi!
Se asustó mi madre y vino a la sucá.
- ¿Qué pasó aquí, Moshé-Iaacov? ¡En nombre de Dios!
- Burro, ignorante. – Gritó mi padre al carpintero. ¡Cómo se puede ser tan ignorante, tan bruto! ¿Crees que el etrog es un martillo o un hacha? ¡Me mataste, Zalman! Me arruinaste el etrog, se ha caído el pitam al suelo, ahí ¿lo ves?, ¡Qué ignorante!...
Todos nos quedamos anonadados. Zalman el carpintero estaba pálido como un muerto. No pudo entender de ninguna manera cómo le pasó esa desgracia, cómo se le cayó el pitam al piso.
También mi padre estaba anonadado y pálido. ¡No hay más etrog, no hay! No tiene más el etrog para llevar al templo. No alcanzó a bendecirlo con la primera bendición y ya se inutilizó para siempre.
Mi madre frotó sus ojos para quitar su llanto y dijo:
- “El hombre que nace sin suerte, mejor que no hubiese nacido”...
Yo estoy temblando de miedo y no sé qué hacer. Tendría que bailar de contento por el milagro que me sucedió o llorar por la pena de mi padre, por las lágrimas de mi madre o por la ofensa de Zalman el carpintero. Quizás debería besar las brutas manos de Zalman, ya que es mi ángel salvador…
- El etrog ha muerto - dice mi padre mirando el etrog que está sobre la mesa, sin pitam y sin vida.
- Un etrog muerto - dice mi madre con lágrimas en los ojos.
- El etrog murió. Repite en voz baja Zalman el carpintero y mira sus ambas manos.
Seguro que está pensando ahora:
- “¡Qué manos éstas! ¡Ojala que se avergüencen de lo que han hecho, Dios del
Universo! ¡Que se sequen!”…


(1) Etrog: Citrus
(2) Zehuvim: Tipo de moneda
(3) Sucot: Fiesta de las cabañas (sucá: cabaña)
(4) Lulav: Hoja de palmera
(5) Hakafot: Bailar con la torá en Simjat Torá
(6) Jeider: Escuela primaria en el shtetl. Constaba de una pieza en donde el rebe o maestro, enseñaba Torá a
los chicos de distintas edades en conjunto.
(7) Pitam: Protuberancia
(8) Pishtán: Lino suave
(9) Shajarit: Plegaria matutina.
(10) Netilat lulav: Bendición que se hace meciendo el lulav.
(11) Sheejeianu: Bendición tradicional que hace referencia a la alegría de haber alcanzado un momento especial.

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